Cuando sale el sol...
Me siento a jugar con los verbos, como quien toma un café sin azúcar, frente a mi hoja en blanco, y, como siempre, nunca sé que dejar por cierto en ella, ni donde van las comas, o los puntos, o cuando dar por terminado un párrafo, ni hallo aún la diferencia entre una oración, una plegaria y un poema.
Tal vez sea la gráfica exacta de mi problema ante los silencios y los símbolos, aunque dándole una segunda lectura no encuentro mayor resistencia frente a los acentos, las conjugaciones verbales o acortar las distancias físicas que transforman un idioma en otro sin traicionar mis raíces. Y a pesar de mi pesar en todo esto, no llego al punto de fuga entre la necesidad que me arrastra, como si me condenara siendo la redención a un tiempo, desdoblado en sí mismo y superpuesto y la repugnancia que me provoca la pudrición de la decadencia en la que me revuelco.
Ya no tengo más ganas de categorizar afirmaciones rotundas y se me desgastan las explicaciones que sostenían mis discursos, ya no escribo, solo me diluyo entre las letras que bailan al ritmo de las melodías que escucho.
Todo lo conocido parece estar sucediendo por primera vez, todo se transforma en lo desconocido de siempre, todo se vuelve improvisación, ensayo y error, riesgo absoluto, posibilidad suprema, antagónicos que se equilibran en la lucha que sostienen.
Me siento en el ojo de una tormenta, un paso hacia delante o uno hacia atrás y la corriente me arrastraría por sobre el remolino que me rodea, no veo, no escucho, solo siento y presiento paralizada en un momento que no termina.
Un siglo se vuelve nada al lado de un minuto, una vida, poco más que un punto de encuentro en el futuro, una sala de espera en la previa del infierno o el paraíso, según te toque en mérito del paso que le sigue al último en la lista.
Vuelvo a la infancia como si nunca hubiera salido de ella, ese es el lugar del cual escapé con mi mayor esfuerzo teniendo que haberla atravesado sin remedio, me quedo con la ilusión de que todo pasará recién estrenada, después de tanto tiempo de perderla en el camino de mis dudas.
Puedo ser la mujer más feliz del mundo hasta que me atrapa el terror de no llegar a serlo nunca, y mis nunca son tan extensos, que la muerte no es una opción válida en el ahora que pretendo recuperar del pasado, que sigue aquí sin haberse movido de mi espacio.
Parece que sonrío...
Hoy Recomiendo (just click)*
*Está feo que me recomiende a mi misma, pero, ¿Es que no me escucho? .